Still Our Land

martes, 16 de abril de 2013

La palabra Clave


Después de la polémica generada en Francia por el libro “Francia Naranja Mecánica” de Laurent Obertone, retrato crudo y sin concesiones del asalvajamiento de un país que hasta hace pocas décadas era uno de los más seguros del mundo (una situación similar a la realidad de la mayoría de las naciones de Europa occidental), llega ahora un obra que trata de otro gran tabú: el odio antiblanco que padecen cada día más franceses (y por extensión más europeos) y de manera cada vez más agresiva y violenta. Éste es el tema del libro “¡Blanco de mierda!: Crónica de un odio inexistente”, de Gérald Pichon, recientemente publicado en el país vecino. Las dos obras están íntimamente relacionadas ya que el problema abordado en el primer título (la criminalidad desmedida que asola Francia) se explica en gran parte a través del odio antiblanco de esos criminales que han hecho de un país civilizado un infierno de violencia y terror diario para millones de franceses reducidos al estado de presas fáciles para las jaurías de fieras y otras alimañas que se ceban en ellas.
Frente a la realidad de las violencias perpetradas en Francia contra la población blanca, una voz valiente se ha elevado contra el tabú de un odio racial, el odio antiblanco, que muchas víctimas no se atreven a señalar ¡por miedo a verse acusadas de racistas! Esta demencial situación que lleva a las víctimas a silenciar el carácter verdadero de las agresiones cometidas es el resultado de largos años de manipulación, de propaganda y de lavado de cerebro, llevados conjuntamente por los medios del sistema, la clase política en su gran mayoría y por todo un ejército de organizaciones denominadas antirracistas que han hecho del odio antiblanco la razón de su propia existencia. Pues el odio a la raza blanca y a los pueblos europeos es el verdadero motivo de la acción de esas organizaciones, disfrazadas bajo el falso ropaje del “antirracismo”, palabra clave para evitar decir odio antiblanco. La ideología “antirracista” esconde en realidad un racismo feroz hacia la raza blanca, y su hipócrita discurso sólo es una pantalla para engañar a los mismos que son víctimas de ese odio. Hacer sentirse culpables a las víctimas es tal vez la más vil de las manipulaciones, el más pérfido de los engaños, la más artera de las artimañas, ya que vuelve vulnerables y desamparados a aquellos que pudieran todavía intentar algún movimiento de protección ante sus verdugos, porque los priva de todo justificativo moral para su defensa. Los ideólogos del antirracismo se presentan como la conciencia de nuestra época, poco menos que los redentores de la humanidad, cuando en realidad sus fines son tan criminales como falsa su doctrina.
El antirracismo busca aniquilar a una raza concreta: la raza blanca. Y ese racismo, sin duda más real que cualquier otro, es negado por el mismo sistema que lo alimenta.
Ese racismo silenciado y negado es el verdadero racismo que sufre la sociedad francesa en particular y la europea en general.
Un racismo antiblanco, ocultado a conciencia por un sistema sin aliento, cuya utopía multicultural llevada a los altares con la ayuda del aparato mediático, artístico y financiero sin duda no es ajena a su declive.
Ya se ha perdido la cuenta de los dineros públicos gastados por las oficinas antirracistas, curiosamente insensibles a la suerte de los autóctonos que sufren en primera personas las “bendiciones” y los “beneficios” de la multicultura. En esa perspectiva, el mayor interés del libro de Gérald Pichon, “¡Banco de mierda!: Crónica de un odio inexistente” no es tanto la revelación de ese racismo antiblanco que desmiente el sacrosanto universalismo republicano, como los subterfugios, las mistificaciones empleadas por las élites políticas, la casta mediática y la esfera de las ONGs para ocultar esta violencia orquestada por las bandas étnicas contra la población autóctona francesa.
“¡Blanco de mierda!: Crónica de un odio inexistente!” pone al desnudo la impostura de las élites políticas y financieras. Estas agitan hoy sin el menor pudor el fantasma del racismo antiblanco, después de haberlo fomentado de mil maneras.
Están los antiguos adoradores de Mao que al sentir cambiar el viento se han refugiado en los brazos del capitalismo ultraliberal. Están los antiguos apologistas de la “convivencia” y la “diversidad” que, viendo las fechorías de su proyecto de sociedad, van de plató de televisión a estudio de radio haciendo gala de una inesperada empatía por el “blanquito” de a pie, víctima del descalabro de sus condiciones de vida. Su objetivo es simple: hacer olvidar su papel de portavoces de una inmigración masiva y de fiscales acusadores del francés autóctono, nada entusiasta ante la idea de experimentar en su vida cotidiana las alegrías de una “sociedad abierta al exterior”. A imitación de los secuaces estalinistas, esta oligarquía, vestida con los harapos del mestizaje se esfuerza en camuflar por todos los medios ese pasado poco glorioso. En su libro, Gérald Pichon deconstruye su discurso pernicioso, sus trucos y sus mentiras que han sido posibles gracias a la complicidad del mundo periodístico, y pone frente a frente a los promotores de la diversidad y los nuevos oportunistas de la política electoralista.
“¡Blanco de mierda!: Crónica de un odio inexistente” rinde justicia a los cientos de miles de personas invisibles que cada semana, cada mes, cada año son objeto de insultos y de burlas, por el color de su piel, y son víctimas de agresiones físicas con resultados a menudo trágicos. Este libro es un homenaje a esos ciudadanos sin voz, abandonados en las cunetas de la República Francesa a quienes se les repite a diario que la “inmigración es una oportunidad para Francia”. En un estilo claro y contundente el libro bien documentado de Gérald Pichon es una demostración magistral de la existencia del odio contra el blanco.
Así dice la contratapa del libro:
“Durante mucho tiempo, el odio antiblanco ha sido asimilado a una herramienta de propaganda de la extrema derecha y por lo tanto descalificado por las élites políticas y mediáticas. Sin embargo esta dolorosa realidad alcanza a un número cada vez mayor de franceses. Insultos, agresiones, violaciones… Esta forma particular de odio racial es bien real, pero para los detractores de esa realidad, afirmar ser víctima de ese odio es un error, es rechazar el sacrosanto dogma de la convivencia y la diversidad erigido en valor supremo de la sociedad multicultural. En estos momentos, en que se asiste a groseras y oportunistas tentativas de recuperación política de bajo nivel, el libro “¡Blanco de mierda!: Crónica de un odio inexistente” expone, con testimonios y números, una realidad desconocida y voluntariamente disimulada por los gobiernos tanto de derecha como de izquierda.”
Y éste es el prólogo del libro:
“Demasiado solo, demasiado pálido.
Demasiado solo para que ser temido,
Demasiado pálido para ser compadecido.
Vae victis.” (*)
(*) !Ay de los vencidos!
“Es un chico que vuelve a casa ensangrentado, una adolescente aterrorizada ante la idea de salir a la calle, un joven agredido con una violencia increíble, una abuela martirizada que su familia no olvidará nunca… Todos han conocido el desamparo y la angustia, el miedo, el llanto ahogado, la soledad. Ninguno podrá olvidar esas escenas de violencia tantas veces revividas, ese traumatismo que no olvidarán nunca. ¿Cuántas veces se vuelve a ver la misma escena? ¿Y si en el fondo la hemos provocado? ¿Por qué yo, por qué nosotros? Por qué tú y por qué vosotros, los agresores, los violadores y los violentos? ¿Por qué ese encuentro entre tú y yo, entre nosotros y vosotros? ¿Por qué yo y nosotros y no él y ellos? ¿El azar? ¿El destino? ¿Dios o el diablo? ¿Qué hemos hecho para merecer eso?
Levantas un puño vengador, pareces nervioso, tienes justo el tiempo de mascullar un “¡blanco de mierda!” antes de cortarle el hilo de la vida, de quitarle su confianza en los hombres o de no dejarlo envejecer en paz. Ante los policías, los juzgados, vosotros los agresores, justificaréis vuestros actos. Os escucharemos con atención, con una inquietud mezclada de esperanza: podremos entonces comprender esta agresión, esta violación, esta muerte… Juicio, cárcel, multas para vosotros. Pérdida de confianza, miedo y a veces el olvido para nosotros. Más adelante os burlaréis de la víctima. “¡Víctima, víctima!”: es el nuevo insulto de moda en los patios de recreo. No os arrepentís de nada, vosotros estáis en guerra, nosotros en el llanto.
¿Es nuestra cara, nuestros rasgos que no os gustan? Ya… demasiado pálido, demasiado blanco, demasiado simple… no lo bastante adecuado para este barrio, esta ciudad. ¿Tal vez para esta época?
¿Ya lo has entendido, “blanquito”? Te he roto la vida porque no eres como yo y te lo he hecho pagar caro. Este odio, está aquí. Está en mí y este odio, es el odio de ti, de tu color de piel: me tomo mi revancha, te aplasto, te humillo. No comprendes: te golpeo. Comprendes: te golpeamos. A mí me disculparán, a ti te olvidarán. No has entendido nada todavía. Mírate en el espejo, eres débil en todos los campos, ni siquiera tienes la fuerza de reaccionar a todo esto. Mírate, nosotros somos fuertes gracias a vuestras debilidades. Sois vosotros los que nos habéis enseñado a detestaros, hemos aprendido la lección. Nos “aliviamos” sobre vosotros, la vida no es fácil para nosotros, entonces venimos a descargar nuestra frustración, aplacar nuestra ira, calmar nuestros nervios sobre vuestras espaldas, y olvidar. ¿Olvidar qué? No lo sé, lo que si sé es que a vosotros os olvidan enseguida, vosotros las víctimas. No te pongas pálido de miedo, porque sería una nueva provocación que no voy a dejar sin respuesta…”.

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